[Editorial Deba-t nº1] Hablamos de Jaume Matas y de la responsabilidad que le atribuyen al Partido del que hasta hace unos días era militante. Desde luego, no se puede acusar de lo que parece haber sido la perpetración de un delito a un tercero, pero cierta explicación o disculpa debería dar, si más no, el responsable de que esa persona haya ostentado los cargos de presidente regional del Partido en cuestión. Sobre todo, si tenemos en cuenta también, que esa persona ha permitido que el susodicho recibiera durante un tiempo, tras su salida como presidente regional, una pensión cercana a los 4.000 euros mensuales de manos del Partido presuntamente implicado, en esta ocasión y a través de la persona concreta de Matas (y compañía), en este caso de corrupción.

Hoy es un militante (ahora de baja temporal) del Partido Popular quien está acusado por corrupción y, curiosamente, una de las cosas de las que podía presumir este partido hasta hace pocos meses frente a su gran rival, era de tener las manos limpias con respecto a la malversación del dinero público, pero mañana podría ser el de otro. Esto es así, porque, probablemente, las cuotas de corrupción, en algunos casos, han ido ligadas a las cuotas de poder de unos y otros. Y pese a que Esperanza Aguirre tiene razón cuando afirma que la mayoría de políticos no son corruptos, los dirigentes de los partidos a quienes han salpicado alguno de estos escándalos, deberían responsabilizarse o ser más directos e inflexibles, a la hora de referirse a estas situaciones que, entendemos, son excepcionales… Porque en caso de no hacerse así, se estará haciendo un flaco favor, no tan solo al resto de personas del Partido que ostentan cargos de responsabilidad y son unos grandes servidores de lo público, sino a todos aquellos que se dedican a representar a los ciudadanos en condición de concejales, alcaldes, parlamentarios o presidentes y, en definitiva, a la propia democracia.

Leer en la portada de un periódico “¿Son los políticos corruptos?” debería causarnos la misma sensación que si se preguntara “¿Son los periodistas corruptos?”, porque ejemplos hay varios también (lo cual significa que la corrupción no es inherente a ser político, sino a determinados tipos de personas, con diferentes ocupaciones profesionales), con la diferencia que unos gestionan algo que es de todos. No obstante, y pese a la gravedad y complejidad del asunto, deberíamos quedarnos, a modo de conclusión, con estas palabras del Doctor Ignacio Ramonet: “los sinvergüenzas públicos no son sino los sinvergüenzas privados a los que se les ha dado por comerciar con el bien común para su personal provecho”.

Asimismo, y en la línea de lo que se expone en el documento que adjuntamos del abogado Víctor Hortel, es necesario “trabajar intensamente en las aristas institucionales y legales, en el corto y mediano plazo, valiéndose de una clara y decidida acción coordinada de los órganos de control del Estado y fundamentalmente del Poder Judicial” para acabar con la corrupción, aunque también deberíamos insisitir y trabajar todos por terminar con un problema que “tiene facetas culturales” y que “resultan imposibles modificar por medio de una ley”. Cada uno, puede aportar para ello, su granito de arena. En su casa, en la escuela, en su empresa, en su partido o, en definitiva, en su día a día…

VER: Democracia y corrupción